Como comentaba ayer, este año, en Sónar de Día los músicos actúan junto a tres grandes de nuestra gastronomía. Fina Puigdevall de Les Cols, Albert Adrià con Hoja Santa y hoy sábado, Hideki Matsuhisa de Koy Shunka.

Es uno de los restaurantes japoneses de Barcelona que más nos gusta. Aunque somos más de su versión más informal, el Shunka, al que se puede ir sin necesidad de reservar.

Salmón ahumado

Los menús que se han realizado para el festival tienen su interés. Las condiciones y el público son muy diferentes a lo que es habitual en un restaurante con estrella.

La propuesta tiene que resultar atractiva, teniendo en cuenta las limitaciones de cocina y de tiempo. Ayer vimos como lo resolvió Albert Adrià y su equipo. La propuesta de Hideki es igualmente interesante, adaptándose a las circunstancias.

Koy Shunka significa aroma intenso de temporada, así que ya os podéis imaginar su propuesta. Cocina japonesa, delicada, con mil detalles y respetando la temporada.

El menú constaba de un salmorejo, un pollo a la brasa y un puding. Además, me pedí un yakisoba-pan.

El salmorejo se prepara a la japonesa, con miso, salmón ahumado, cebolleta china, paraguayo, maíz liofilizado y un chorrito de aceite de oliva virgen extra. Menos intenso de lo que podría parecer, muy aromático, con tropezones dulces de la fruta, realmente interesante.

El pollo “de payés” está hecho a la brasa, con salsa kinako, una harina de soja tostada, ralladura de limón y sancho, una pimienta similar a la pimienta de Sichuan, acompañado de lo que llaman cebolla quemada. Aroma intenso a humo, un punto terso, cortarlo con cuchillo de madera no es fácil, muy sabroso. La cebolla con un punto crudo que le da textura, también muy sabrosa.

El bocadillo de yakisoba me costó algo más. Los fideos con pan no son lo mío. Lo sirven como un perrito caliente, con un pan largo, cilíndrico, blando, medio abierto. Se podía elegir un relleno vegano, con zanahoria, col y cebolla. Preferí el mar y montaña, con carne de cerdo y calamar, jengibre confitado y cilantro, sabores asiáticos ácidos y dulces.

Para acabar, lo que más me gustó, un pudin de leche de soja, con mango, coulis de mango, rematado con lima kaffir. Realmente refrescante y cremoso. Muy elegante.

Bueno, esperemos que el año que viene se repita la experiencia. La comida como un motivo más para acercarse a Sonar. No está nada mal.

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